documentos de pensamiento radical

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domingo, 1 de junio de 2014

LECTURAS DEL SOLITARIO




Cansado de los clones de Abu Nuwas y Ibn Zaydun,
paseo por un mercado en Ouarzazate
que habría encantado a Abu l’Atahiya
de haber podido venir conmigo a ver
más sangre derramada de animales
que la que se vertiera cerca de mi casa,
en la batalla de Sagrajas.

De vuelta al suplicio de los recitales,
donde todos pretenden que, como Ibn Zamrak,
un día sus poemas decoren los muros de la Alhambra,
le hablo a una pintora de Al Hallay, Ibn Abd al Bakr e Ibn Masarra
que criticaron el materialismo, la corrupción, los abusos de poder
y los muchos vicios de los ricos;
o voy aún más allá, recordándole como Abenalarif
pedía la abolición de la propiedad privada
e Ismail al Ruyani, nueve siglos antes que Proudhon,
ya dijo que la propiedad es un robo;
y le explico cuán hermoso sería un mundo sin amos,
sin jefes, sin dinero, y me dice Hasna
que cómo va a haber un mundo sin policías.

Mantenerse al margen, repetían los sufitas,
e insiste también el místico Muhyil Din ibn al Arabi,
contemplando la divinidad en todo lo que hay.

Intentar, en lo posible, imitar al héroe de la novela de Ibn Tufayl
que vivía en una isla desierta sin contacto con los humanos,
dedicado a la vida sencilla, la lectura y la oración
como luego hará el Emilio de Rousseau.

Miro hacia atrás y veo las huellas de lo que aparece una y otra vez
a lo largo de la Historia: Al Futuhat al-Makkiyya, la Divina Comedia,
Las mil y una noches, Calila y Dimna, el Sendebar, Don Quijote…
y este mundo de engaños que cubren la conciencia
con las envolturas de su producción perecedera,
poniéndoselo siempre difícil al espíritu,
fomentando la idea de nuestra exclusiva individualidad y diferencia
contra la que tanto lucharon Ibn Paquda, Ibn Ezra,
Averroes, Avempace o el mismísimo Spinoza
en busca de una identidad humana universal
regida por la razón común
que integrara, recogiera y superara todas las particularidades,
y dónde por más trabajo que pongo
no veo en el otro la cara del buda sino su infierno,
aunque en el fondo sé que ese infierno es el mío,
porque todos los infiernos se plagian unos a otros
y por eso los humanos nos parecemos tanto.

Avicebrón, Avicena y todos los otros seguidores
de la secta de los Hermanos de la Pureza
defendían la igualdad radical de todos los seres humanos,
así como que el amor era la causa primera de toda la existencia
y la comunión cósmica la causa final de toda existencia;
porque somos temporalmente eternos y esencialmente temporales,
yo estoy convencido de que sí, que no es casual
esta decisión de estar aquí aunque nada más llegar
olvidemos el objetivo de nuestra presencia aquí,
y las respuestas a nuestra existencia
queden fuera de nuestra existencia,
con lo que si sales a buscarlas encuentras respuestas
que no sabes a qué preguntas correspondían.

Los iguales se buscan, decía Ibn Hazm,
porque en realidad forman una realidad única
fragmentada en distintos cuerpos.

Tal vez por esto unos escriben poemas
y otros queman libros de poesía.

¿Será posible que el corazón del mundo arda de otra forma?


Antonio Orihuela. Esperar Sentado. Ediciones de La Baragaña, 2014

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